Sunday, July 17, 2005

RECORDANDO A DON RUY LUIS GOMES, por Edgardo Luis Fernández Stacco


Tuve conocimiento de la existencia de don Ruy, a través del Dr. Antonio Monteiro, su gran amigo. El Dr. Monteiro había llegado a la Argentina en 1949 desde Brasil contratado por la Universidad de Cuyo. Monteiro, extraordinario matemático y militante activo contra la dictadura de Salazar, debió exiliarse, ya que nunca pudo conseguir un trabajo en las universidades portuguesas.

Luego de una estancia en San Juan, se incorporó a la reciente creada Universidad Nacional del Sur, a mediados del año 1957. Fue contratado para organizar el Instituto de Matemática y la Licenciatura en Matemática, como investigador en el Instituto. Monteiro acostumbraba a conversar con los alumnos durante los descansos de las clases, en el primer curso que tomamos con él, de Algebra II. Durante esas pláticas, nos hablaba de la situación educativa y política de su querido Portugal, y de las dificultades que tenían muchos docentes para ejercer la cátedra universitaria, y de las persecuciones a muchos de ellos. Tuvimos entonces las primeras noticias de don Ruy, que creo recordar que en esos momentos estaba detenido.

Transitaba la Argentina los primeros pasos de un gobierno militar, pero en las Universidades se vivía un buen momento, renaciendo instituciones, que habían estado postradas y que languidecieron durante el peronismo. Fue así que, en mi carácter de Presidente del Centro de Estudiantes me interesé por la suerte de don Ruy. Monteiro me manifestó que una vez liberado, tenía intenciones de invitarlo a Bahía Blanca.

Nosotros necesitábamos imperiosamente profesores de jerarquía y fue así que iniciamos de inmediato los trámites para su contratación, la que fue aprobada de inmediato. Los estudiantes teníamos bastante influencia en las decisiones, debido al importante papel jugado por el movimiento estudiantil en el logro de la universidad para Bahía Blanca.

De inmediato la Universidad se dirigió por telegrama ofreciéndole el puesto, como una forma de presionar a las autoridades portuguesas a dejarlo salir del país. Finalmente llegó a la Argentina a mediados del mes de setiembre de 1958. El curso que iba a dictar era el primero de Funciones Reales. En nuestro hemisferio, las clases del segundo semestre comienzan en el mes de agosto, por lo que había urgencia en comenzar el dictado del curso. Acordamos la primera clase para el 21 de setiembre, día de la primavera y también del estudiante. Mientras nuestros compañeros se reunían en el parque cercano, nosotros tomábamos el primer contacto con las que con el tiempo resultarían famosas "vizinhanças do ponto a". La proximidad de ambas lenguas, el portugués y el español, hace que modificando un poco el propio lenguaje, nos podamos entender. Así, decía Monteiro, se termina hablando el portuñol.

Don Ruy era generoso al máximo y si alguien no entendía alguna explicación, repetía el tema varias veces , cambiando siempre el punto de vista, lo que le resultaba fácil debido a su erudicción y conocimientos de análisis. Publicamos sus notas de Funciones Reales. Me entregaba los notas en portugués y las pasaba en castellano a máquina, para su posterior impresión. En ese momento, no teníamos todavía ningún libro en la biblioteca. También se publicaron las notas de Distribuciones, que dictó como curso de Análisis V. Dictó además Análisis Funcional y varios seminarios. Vivía don Ruy, junto a su esposa Margarita, en una de las casas del denominado Barrio Universitario, junto a otros profesores que recientemente se habían incorporado a la Universidad. Los domingos por la tarde jugábamos al croquet, del que participaban don Ruy, Monteiro, Diego, que ya era profesor y alumno de Monteiro, y varios jóvenes alumnos, entre los que me encontraba. Luego tomábamos el té y había gran confraternidad. Don Ruy aprendió a andar en bicicleta y con su enorme portafolio, lleno de libros y papeles, se trasladaba diariamente hasta el centro de la ciudad, en donde en esos momentos estaba el Instituto de Matemática. Desgraciadamente, una mañana fue atropellado por un vehículo, lesionándose gravemente, con fractura expuesta de rodilla. Trasladado a una clínica, debía ser operado. Al respecto, hay una anécdota risueña. El traumatólogo de la clínica no nos inspiraba mucha confianza debido a sus antecedentes. Le comentamos la situación al Dr. Monteiro. Este se dirigió al Director de la Clínica, junto con algunos alumnos y le planteó la cuestión en los siguientes términos: los estudiantes se oponen a que el Dr. XX, lo intervenga quirúrgicamente. El Director no opuso reparos, y fue operado por el entonces considerado mejor traumatólogo de la ciudad. La recuperación de don Ruy fue larga. En su habitación fue colocado un pizarrón, y continuamos dos veces por semana un seminario. Estudiábamos, por indicación de Monteiro, el famoso trabajo de Gelfand "Normed Rings", que había aparecido en los Translations de la AMS del ruso. Participaban en el seminario, además de don Ruy, Monteiro, el Dr. Diego, y los alumnos Darío Picco, Roberto Cignoli, Luiz Monteiro (hijo de don Antonio) y Edgardo L. Fernández Stacco. Otra anécdota que recuerdo tuvo lugar en 1960, durante la visita a nuestro Instituto del renombrado matemático francés Jean Dieudonné. Dieudonné, había comentado en el Mathematical Reviews el libro de don Ruy "Integral de Riemann", de 1949. Era conocida la posición intransigente de Dieudonné, que decía que después de conocida la integral de Lebesgue, no tenía sentido enseñar la de Riemann. En el comentario citado, reconoce una buena exposición, pero manifiesta que es inútil insistir en el tema. Conociendo esta circunstancia, colocamos a la entrada del Instituto un pizarrón, con la inscripción en francés: Dr. Dieudonné: en este Instituto jamás se ha enseñado la integral de Riemann! Dieudonné se echó a reir estentóreamente, ya que recordó de inmediato el comentario, que había hecho diez años antes, y comenzó a discutir nuevamente, en términos muy cordiales con don Ruy, la pertenencia o no de estudiar la integral de Riemann. Creemos, con don Ruy, que es necesaria su mención, ya que es un hito histórico importante y conviene, en los cursos básicos, utilizar un poco de la Historia de la Matemática para motivar a los alumnos el estudio de ciertos temas. Comencé también un seminario, para el doctorado, en el que era el único alumno, y estudiamos los libros de Bourbaki de Integración. Lamentablemente, doña Margarita nunca terminó de adaptarse al clima de Bahía Blanca, y fue así que don Ruy aceptó una invitación para incorporarse a la Universidad de Pernambuco, en donde estaba su amigo Zaluar Nunes y alumnos ya consagrados como Pereira Gomes y José Morgado. Partió de Bahía Blanca en 1962 hacia Recife. En Julio de 1964, al regreso de un viaje de estudios a Hungría, pude visitarlo en Recife, donde nuevamente pasé excelentes momentos con el viejo maestro. Pude apreciar el respeto y admiración con que era tratado por colegas y alumnos.

Don Ruy trascendió mucho más allá de lo que se espera de un buen académico. Fue lo que se reconoce como un verdadero maestro. Su modestia proverbial, sus profundos conocimientos, su generosidad sin límites para guiar a sus discípulos, sus oportunos consejos, conformaron en él una personalidad inolvidable. Pero además lo preocupaba el destino de la humanidad. Era un político de raza, profundamente democrático y enemigo jurado de todo tipo de autoritarismo. Conocedor profundo del marxismo, nos contaba con modestia de sus luchas por la democratización de Portugal, de sus numerosas detenciones, las duras condiciones de las mismas. La temida policía del estado, la PIDE, perseguía a los luchadores, los que eran encarcelados siempre con los presos comunes, para tratar de minar su voluntad y su autoestima, algo que nunca pudieron lograr. Don Ruy se ponía enseguida a organizarlos, se ganaba de inmediato el respeto de los presos, y comenzaban a realizar planteos para mejorar las condiciones de detención.

De Salazar y sus esbirros afortunadamente hoy no quedan ni rastros. Sin embargo, surge la figura de don Ruy, en la memoria de todos los que lo conocimos y de aquellos que sin haber tenido el privilegio de tratarlo, han aprendido de sus libros y de sus enseñanzas. Queda mucha obra escrita, pero queda también algo mejor; el ejemplo de un hombre cabal, que luchó para que en su patria reinara la justicia y la libertad. Afortunadamente, pudo ver coronada su obra, y recibió en vida el reconocimiento de sus conciudadanos.

La matemática argentina y, en particular los que fuimos sus alumnos y amigos, tenemos con don Ruy una deuda de eterna gratitud.

Bahía Blanca, setiembre de 2003
efernand@uns.edu.ar
[Texto gentilmente cedido pelo Professor Luiz Monteiro]